El sonido del mar era mi canción favorita para esperarte. Llegabas ajena al tumulto de aquellos jóvenes rebeldes que, como yo, se atrevían a renunciar al futuro. Vivíamos sin miedo, como inmortales capaces de ganar al tiempo en una carrera. Recuerdo aquellas tardes cálidas de verano, en las que aparecías alegre por la playa con tu amiga. Yo me quedaba embelesado mirándote, estigmatizado por la huella imborrable que dejaba tu sonrisa, e inmerso en un remolino de sueños y deseos. Me encantaba observar la danza de tus pasos y el movimiento de tu pelo. Deseaba alcanzarte, pero eras inalcanzable. Aquellos veranos, sin ti, nunca habrían sido iguales (Arturo Fuente) ©
La Belleza
El prodigio de la belleza, la existencia de la fuerza más allá de la propia fuerza. Lo inexplicable como estandarte de quienes se resisten a la lógica de lo inexorable (Arturo Fuente)®